Repetir la pregunta para ganar tiempo para contestar.

La mayoría de las veces cuando alguien nos hace una pregunta no necesitamos pararnos a meditar la respuesta ni a pensar en ella, más bien, nuestro cerebro hace en milésimas de segundo las operaciones necesarias para fabricar o pensar en la respuesta a la pregunta que nos hayan formulado.

Sin embargo, hay veces que una pregunta inesperada nos pilla por sorpresa y el cerebro tarda un poco más en buscar o fabricar esa respuesta, en este caso muchas veces de forma automática e inconscientemente volvemos a repetir en voz alta la misma pregunta que nos han hecho. ¿Por qué sucede esto?

¿Estará ganando unos segundos para recordar la respuesta… o para inventarla?

¿A qué se debe que a veces repitamos en voz alta la pregunta que nos acaban de hacer?

Es curioso, porque cuando no somos capaces de responder directamente podríamos simplemente quedarnos callados mientras pensamos la respuesta, de todos modos seguramente serían solo 1 o 2 segundos lo que tardaríamos en contestar, un tiempo lógico que tampoco implica que la otra persona vaya a impacientarse esperando la respuesta. Sin embargo, ocurre que muchas veces el cerebro opta por usar la repetición de la pregunta en voz alta.

 

Repetir la pregunta en voz alta puede ser debido a al menos dos razones:

La primera razón es que quizás sepamos la respuesta pero necesitemos un momento para pensarla. A ninguno nos gusta parecer tontos o parecer que tenemos poco conocimiento, y eso es precisamente lo que pensamos que parecemos si no respondemos a una pregunta de forma rápida y directa. Por ejemplo, los niños usan mucho esta técnica cuando un profesor les hace alguna pregunta, como la siguiente:

– ¿Jaime, cuánto es ocho por ocho?,
– ¿Ocho por ocho? 64.

La segunda razón puede deberse a que la respuesta no esté en nuestra cabeza, es decir, necesitamos ese valioso tiempo mientras repetimos la pregunta para que al cerebro pueda inventar o fabricar la respuesta (por ejemplo cuando mentimos acerca de dónde hemos estado), y para eso también usamos la repetición de la pregunta, como en el siguiente ejemplo: 

 – ¿Qué hiciste ayer por la noche?
 – ¿Ayer por la noche? Estuve viendo una película.

Este método nos hace ganar unas centésimas de segundo para intentar que la otra persona no se de cuenta de que estamos pensando qué contestar y le damos a nuestro cerebro ese tiempo extra para pensar o inventar la respuesta.

 

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